En Venezuela he comido la mejor comida que he comido nunca. La cocina de una de las mejores chef que ha parido madre!. Y hablando de madre, es mi mamá. La comida casera tiene un gusto, un aspecto y un sentido, que no puede competir con nadie. Estos sabores, los olores, texturas, etc, evocan recuerdos de infancia, de vida y de sentimientos. Ninguna cocina del mundo puede emular esto.
Dicen que un olor puede permitir recordar muchas cosas, incluso antes que un sabor. Solo queda echar la memoria atrás para recordar y rememorar.
En una charla con mi hermana, me comentaba sobre la fortuna o no de un chef venezolano que goza de cierta fama y una salud gastronómica muy buena. Pero sus restaurantes han sufrido altos y bajos. Una de la razón era por que en muchos de ellos, opta por cocina venezolana con un toque novedoso y esa vuelta de alta cocina. Y por ejemplo un plato típico por 30-40€ aprox. es muy costoso. Tiene razón, pero imaginen una croquetas que sepan como las de sus madres, entrar en un bar que su olor a tostadas recuerde al de sus casas. Eso queridos lectores no tiene precio. Pero claro, el bolsillo es el bolsillo.
No me enrollo más, y ya estoy de vuelta. Y muy pronto tendré una nueva reseña. El Bar Simún fue el elegido.
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